Ese medio público, de imágenes auditivas, de
compañía personal pero en su esencia sonoro, es la radio. Y son estas
características que lo unen a la sociedad y las que de alguna manera exigen al
medio un código común entre la radio y los receptores.
El lenguaje radial, anclado al proceso de
comunicación, debe ser sencillo, busca crear un puente de complicidad con el
radioyente, una aventura radialística que empieza con una gran estrategia: ser
público haciendo público.
¿Ser público haciendo público?, bueno, la radio es
un medio público, disponible para la población en general, esto supone hacer
sentir al oyente parte del medio, la radio logrará que esa masa, adquiera
presencia, formando públicos.
Para lograr esta hazaña, los profesionales de la
radio, deben como ya se mencionó utilizar un lenguaje codificado por signos que
tanto el emisor como el receptor los entiendan y los compartan.
Ese lenguaje de la radio tan propio, y
característico del medio, está formado por cuatro elementos, relucientes, que
salen a esparcir su brillo para darle originalidad al producto radial.
Así contamos con un elemento como la voz humana,
transmitida en palabras, generadora de imágenes auditivas, y herramienta
fundamental del locutor. La voz cual bailarina de ballet, es flexible y puede
ser modulada, aquí radica su importancia y los aportes significativos que puede
brindar al medio.
Y es que la voz tiene en su repertorio a la
tonalidad, entonación, e intensidad, que expresa la voz del pueblo, con
palabras del pueblo. Pero eso no es todo, la correcta utilización de la
voz, puede convertirse en una estrategia radial, pero para ello debe ser clara,
entendible, constructora de matices y ritmo, dándole un toque creativo al
mensaje que el radialista quiera emitir.
Otro elemento no menos importante es la música, esa
dama seductora y atrapante, capaz de hacer reír, capaz de hacer llorar, y que
en ciertos momentos se apodera de tu cuerpo y empiezas a dar movimientos que no
los puedes controlar.
La radio utiliza la música en su programación sea
como tema, fondo o jingle musical, cumpliendo distintas funciones, y no es para
menos, es tan variada, rica en géneros y letras que pueden servir no sólo como
contenido de un programa, sino también como ambientación, útil para describir
un determinado lugar o momento, pero la más importante, la de entrar en
contacto con el oyente, mediante la expresión de sentimientos y/o emociones.
Todo está quedando perfecto, pero a esta dama, le
falta un tanto de maquillaje para que se vuelva aún más atractiva, es aquí
donde los efectos sonoros hacen su entrada triunfal, para darle acción y
credibilidad a la palabra transmitida en la radio.
¿Y eso es suficiente? No, el último elemento es decir
el silencio le dará realce al elemento más significativo del lenguaje
radiofónico, para generar una respuesta emotiva del oyente, o para dar un
significado concreto, recordemos que el silencio también nos dice algo (siempre
comunica).
Actualmente podemos escuchar en las emisoras
radiales estos elementos, pero con mayor preponderancia a la música, y
aunque es cierto que la música acompaña, libera sentimientos y emociones,
relajándonos, entreteniéndonos, no olvidemos que eso es solo una de las tantas
herramientas que podemos utilizar para llegar al radioyente.
Hoy en día escuchamos en las emisoras radiales que
en sus programaciones van alternando voces y música, o sonidos como el silbo de
un joven, en un anuncio publicitario por ejemplo, que combina a la vez otros
sonidos ambientales (la brisa del mar), el claxon del heladero.
Pero no sepultemos la el objetivo de la radio, sólo
transmitiendo música, utilicémosla como una herramienta complementaria, pero no
como eje central y total de la programación.
No le quitemos brillo al lenguaje ni dejar de su cuenta
al oyente, por lo contrario, transmitir no lo que nosotros queremos escuchar
como radialistas, si no lo que quieren y cómo lo quieren escuchar ellos, sin llegar
a lo rutinario o lo vulgar.
Como alternativa utilicemos un mensaje breve, con un lenguaje sencillo, incluyente, apropiado, para “enganchar” a nuestro público y lograr en lo posible una comunicación eficaz, y para enriquecer a la programación usemos como complementos a la música, los efectos sonoros y por qué no al silencio, dándole un toque de originalidad y presencia sonora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario