“Las personas nos relacionamos con el mundo exterior gracias a
todos nuestros sentidos, pero el oído es el órgano de la comunicación por excelencia
(…) El sonido es el vehículo de la palabras…”
Desde los primeros días de nuestra vida,
sentimos ese apego con el sonido, que va más allá de llevarnos a un sincero
encuentro con la naturaleza. Incluso estudios han comprobado que desde antes de
nacer, nos familiarizamos con un sin número de sonidos, desde el arrullo de
nuestros padres, hasta la música que éstos eligen para expresarnos su amor.
Sin embargo esa voz o esa música, no la produce
ni los labios del ser humana ni el instrumento musical, sino el oído, artífice
de melodías y un causante importante de activar nuestras emociones
convirtiéndose además en el sentido que logra mayor grado de intimidad, robando
uno que otro suspiro a las personas.
Ahora bien, el sonido encontró el mejor medio
para ser transmitido: la radio, aquella que con la emisión de palabras es capaz
de emocionar al más soñador hasta el más indiferente ser humano.
Fue ésta una de las utilidades que capturó a la
audiencia. Ahora al radio ya no sólo se encarga de transmitir información, pues
hacer radio es mucho más que eso, la transmisión de notas, se había convertido
en una de las tantas tareas realizadas, pero eso no la constituía como esencia
de ser un medio de comunicación.
La radio cual ave
alimenta a sus pajarillos, debía alimentar la relación de comunicación con
su audiencia, teniendo en cuenta que dicha audiencia estaba conformada por
personas diferentes, con distintas costumbres y necesidades, por ello se empezó
a preocupar para llegar al oído del radioescucha, “enamorarlo”, deslumbrarlo y
sacarlo de su círculo habitual (trabajo-casa o escuela-tareas).
Para lograrlo, ¿la radio debía de de adquirir una nueva
personalidad? Pues definitivamente no, la radio apareció dotada de una
personalidad inimitable, pues el sonido y su capacidad de seducir la hacían en
única en este medio, más bien, lo que debía hacer era reforzar sus
características originales, no para ganar más público, pero sí para
contribuirle al mismo, el espacio que le brindó en su vida diaria, es decir
darle a los oyentes lo que se merece, por la confianza brindad y porque su
público objetivo son ellos.
Por ello, este medio debía involucrarse con la sociedad, formar
parte de ésta, haciéndola sentir parte del medio. Pero ¿cómo podrá lograrlo?,
¿cómo en una sociedad tan diversa y afectada del estrés generado por la rutina?
Liberarlo de la rutina respetando su condición de audiencia,
mediante una programación que incluya la transmisión de palabras o expresiones
correctas que lo familiaricen, lo entretenga mediante una locución amena, capaz
de activar sus sentidos, despertando y dando rienda suelta a su imaginación,
trasladándolo a ese mundo mágico donde cada palabra encuentra una imagen en la
mente del receptor, cual niño y su amigo invisible.
La personalidad de la radio es original, sonora,
poseedora de distintas cualidades, es por eso que hacer radio no es simplemente
transmitir información o hablar mediante una emisora radial, eso queda más que
claro.
La personalidad de la radio se reluce cuando a
través de su herramienta principal (el sonido), genera sentimientos, emociones
en el receptor. La personalidad de la radio se agiganta cuando traza un puente
de confianza entre locutor y oyente.
La personalidad de la
radio, adquiere un valor para el colectivo, cuando se pone la camiseta -como se
diría en el ámbito deportivo- de la audiencia, a través de la interacción con
la misma…
Una ardua labor para
los radialistas y su grupo de trabajo, pero cuando se hace con amor: son
fructíferos los resultados.
http://recursos.cnice.mec.es/media/radio/index.html
http://recursos.cnice.mec.es/media/radio/index.html
Claudia,
ResponderEliminar¿Resúmenes? Poco aporte hay, imperceptible el sello de la escrutadora.
La propuesta del autor no ha sido desarrollada, sino prolongada sin más.
Tus materiales de asistencia no aportan significativamente, están también algo descontextualizados experiencialmente.